Modelo Educativo

EL NIÑO. Un valor en sí mismo.

Nuestro proyecto pedagógico parte de la realidad personal y psicológica del alumno, que es valorado en sí mismo y recibe una atención de acuerdo a sus necesidades.

A través de su motivación personal y la autogestión de aprendizajes, nuestra misión es educarle en unos valores que van más allá de la mera acumulación de contenidos o el fácil manejo de la tecnología, constituyendo su propio modo de entender la vida.

EL EDUCADOR. Un modelo de referencia.

Durante los primeros años, la tarea pedagógica de nuestros educadores consiste en guiar muy de cerca al niño en sus aprendizajes.

Posteriormente, cuando el alumno empieza a tomar el control de su realidad, la labor del docente se centra más en la exigencia de responsabilidades, el desarrollo de sus competencias y la creación de expectativas; siempre desde la comprensión, la confianza y el respeto hacia su persona.

Eso es lo que llamamos “autoeducación”.

LA FAMILIA. El núcleo de la educación.

Conscientes de que la familia constituye el núcleo fundamental de la educación, fomentamos una relación abierta y bidireccional con el colegio; basada en el diálogo, el intercambio y la coordinación de la actividad educativa.

EL ENTORNO. Valor inspirador.

El clima educativo fuera de las aulas es un elemento pedagógico más, que ejerce su poder en la enseñanza:

  • Planteamos la convivencia en base al respeto entre todos los miembros de nuestra comunidad educativa.
  • Una convivencia basada en la profesionalidad, el compromiso por el trabajo bien hecho y el enriquecimiento mutuo.
  • El patio, las actividades extraescolares, salidas y celebraciones son espacios donde vivir y compartir experiencias más allá de la disciplina del aula.
  • La ciencia, la cultura y la tecnología, están al servicio del crecimiento personal y la bondad social.

LAS HERMANAS. Aseguran el sentido de la vida. 

En el colegio Ntra. Sra. de Schoenstatt, las Hermanas entregan al niño la verdad y la vivencia del Dios de la vida. Una verdad que le dará un sentido, un modo de interpretar su realidad, que trasciende la mera motivación del logro por el logro, por eso tiene una fuerza mayor. Una vivencia que le regala un vínculo interior con Dios, una relación personal con Él, y en esa fuerza afectiva encuentra también una motivación mayor para el enfrentamiento a la exigencia.

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